viernes, 26 de septiembre de 2008

Vereda de enfrente

En el comienzo era cataratas salvajes y pirámides relucientes. Fue el juguete más grande, un parque de diversiones, fue vacaciones, fue bonanza.
Primero se llamó Daniela, después Julieta. Se llamó Manuel, Laura, María o Verónica
Vivía en Europa, escuchaba Sui Generis, tenía 7.000 años, hacía ruidos raros y resplandecía en la oscuridad.
Miraba con ojos verdes, reía con boca fresca, jugueteaba con mechones rojizos.
Podía volar, planear, flotar, trotar y rodar por el pasto. Hilbanaba los sueños más hermosos, se sumergía en el mar y caminaba por la playa, hundiendo los pies con suavidad
Se tomaba el colectivo, se pintaba los labios de color carmín, escribía su nombre en las ventanas. Iba a buscar a su novio a Mansilla y Aguero, se tomaba un café con desconocidos.
No, es muy caro. No, es muy lejos. No, es de otro palo. ¡No, sos feo!
Felicidad tuvo muchas formas, ostentó muchos nombres, habitó muchos lugares, mantuvo muchos hábitos, esgrimió muchas excusas.

Pero nunca dejó de pasearse por la vereda de enfrente, de rozarme las manos, de mirarme desafiante y de ponerme la piel de gallina

1 comentario:

arlequine dijo...

¿Alguna vez el hombre dejará de extrañar?
¿Alguna vez podrás decir que esto es la felicidad y no el comienzo de ella?