Cuando parta de este mundo será probablemente un día gris, de lluvia. Estarán tristes y no creerán la verdad, y no sabrán como decirlo, seca la boca, pero así es la vida. Por eso deben saber que los quiero con todo mi ser, que han sido el fruto de mi incansable trabajo, que mi futuro son ustedes y que deposito en vuestras conciencias mis expectativas todas.
Cuando llegue el día no quiero fastuosidades: un minuto de silencio será suficiente. Arrojen mis cenizas a un pozo y planten allí un cerezo (siempre adoré esos criadores de pececillos que usan sandalias de bambú). Planten mi tumba en el monte a la vuelta de casa, donde pasé las tardes corriendo pelotas y muchachitas. Denle un abrazo al Pete, a Brando, al Gordo Meglione, al Negro, a la Turca Garrido, a Placáu y a Willis Donovan. Manden un claver a Margarita, una alelí a Jazmín y una bomba a Rosa. Organicen una pequeña reunión con toda mi agenda telefónica y escriban en un libro todo lo que allí se diga.
Cuando la muerte toque a mi habitación, quemen mi cuerpo, mi ropa, mis pertenencias, mi casa. No publiquen nada en el diario, mientras más silencioso sea mejor. Escriban en mi ataúd "CARPE DIEM" y pongan adentro una flor por cada sonrisa
Cuando sea el momento se harán cargo de todo. Vendan la casa, las obras, la bodega, la lancha, el auto. El cincuenta para cada uno. Hagan que mis nietos crezcan buenos, formen una nueva familia, honren al apellido. No desesperen, que el camino puede parecer frío pero siempre me tendrán a su lado, siempre viviré en todos esos lugares. Nunca rompan los recuerdos y nunca me olvidarán. Allí dónde yo los crié, críen ustedes a sus retoños. Cuiden mi casa como si fuese yo mismo, porque en esas paredes susurro mi amor
Cuando me retire a descansar, sólo hagan algo: recuerden que las leyes se hicieron para romperse y los errores para volverlos a cometer, que el vino más dulce es el amor y que el sol del verano dura poco pero quema fuerte, que el precavido envidia al impulsivo, que la vida vive para reencarnar en anécdotas con amigos, que a falta de pan buenas son las risas y que nunca, nunca, nunca hay que obedecer a los muertos
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